Mi nombre en clave es Metael y hoy os vengo a contar el sueño que me despertó del letargo en que vivía para estar, como estoy hoy, más despierto que nunca.
Hasta aquella noche, yo era una persona bastante convencional. Como muchos de nosotros, había crecido en una religión monoteísta y en su mundo cultural y simbólico, que seguía permeando mi mente. Hacía muchos años que me había alejado de las instituciones religiosas y solo me quedaba un difuso sentimiento de “hay un ser superior”, del que no estaba seguro si era el dios que me habían enseñado en la religión o, como en no pocas películas de Hollywood, nuestros creadores extraterrestres (cosa que aún no descarto).
El día había transcurrido con normalidad y estaba sereno y tranquilo. Soy de quedarme dormido enseguida, así que, al poco de acostarme, ya estaba disfrutando de un dulce descanso. Os diré que tengo la capacidad de recordar con bastante claridad los sueños que tengo durante la noche. Y así, al día siguiente, me desperté muy relajado y con la conciencia muy lúcida acerca de lo que había soñado y ahora transcribo: Era una noche serena y con buena temperatura, como lo son las de verano, y la luna llena se veía perfectamente en el cielo.
Yo estaba de camino hacia un pequeño pueblo y divisaba, en un alto, un monasterio. Como era muy tarde, necesitaba alojamiento, y se me ocurrió que, a lo mejor, en aquel convento me lo darían. Llamé al torno (ese extraño artilugio que tienen en los conventos de clausura para que no se les vea la cara a las monjas) y, al cabo de un rato, oí la voz de una hermana que me decía: “¿Qué desea a estas horas?”. Le expuse mi necesidad de hospedaje, a lo que enseguida repuso que “Ni hablar, que era una falta de respeto y de decencia acudir a aquellas horas”.
Decepcionado, salí de allí y me dirigí a un puente cercano de piedra sobre el agua cristalina de un río y me apoyé en el borde del murete para pensar qué podía hacer. En ese momento se acercaron a mí (no sé de dónde salieron) un chico y una chica jóvenes y, sobre todo, muy atractivos ambos, vestidos con vaqueros y una sudadera negra, cuya capucha llevaban echada por la cabeza.
Con un tono de voz agradable y amable, me dijeron: “Nuestro padre se ha fijado en ti y te quiere para él”. Pregunté: “¿Quién es vuestro padre?”. Dijeron al unísono: “Satán”. Yo, horrorizado al oír ese nombre, dije: “No, no, yo soy de Miguel (el arcángel)”. Ellos me sonrieron dulcemente y no dijeron nada más. Luego, una serpiente con expresión de bondad me indicó, moviendo la cabeza, que la siguiera bajo el puente para salir de allí.
Y ahí acabó el sueño. Este fue, en verdad, el origen de mi aventura satanista. A raíz de aquel sueño (tenido hace ya muchísimos años), que, a pesar de mi rechazo, me dejó un estado de placidez increíble, inicié una búsqueda que me ha ido llevando hasta el momento intelectual en que me encuentro. Y os lo cuento, por si os sugiere cosas. ¡Mil gracias por leerme!
H. Metael